En una economía de mercado, es usual que los precios de los bienes y los servicios aumenten o disminuyan como resultado de factores como la oferta, la demanda o la estacionalidad. Sin embargo, cuando se produce un aumento general en el valor de los productos, y no solo de alguno en concreto, se dice que existe inflación.
Esto supone consecuencias tanto para los consumidores como para los comerciantes. Mientras que, a igual ingreso, los primeros podrán adquirir cada vez menos bienes y servicios como resultado de la pérdida del valor de la moneda, los responsables de los negocios se hallarán frente al desafío de fijar el precio de sus productos en un escenario incierto.
Fijar los precios: una tarea compleja
Definir los precios de los productos o servicios que ofrece un negocio requiere evaluar los costos de producción, proyectar la demanda esperada y considerar qué ofrecen los competidores. Todo esto, por supuesto, sin descuidar qué sucede a nivel del mercado.
En un negocio existen distintos tipos de costos. ¿Sabés cuáles son? Averigualo acá.
Pero, en un contexto de inflación elevada, esta tarea de por sí compleja, se vuelve aún más desafiante: los comerciantes deben planificar y tomar decisiones en menor tiempo, proyectando a futuro sin demasiada certeza de qué ocurrirá.
¡A no desesperar! Si estás a cargo de definir los precios de un negocio, anotá estos consejos:
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Evaluá las particularidades de cada producto
Aunque puede ser tentador establecer un porcentaje de aumento y trasladarlo a todos los artículos o servicios por igual, la mayoría de los productos tiene su propio costo, bienes competidores y valor para el cliente.
En consecuencia, resulta preferible determinar dónde la inflación ejerce la mayor presión. De este modo, se pueden obtener impactos individualizados por producto, distinguiendo aquellos que sería pertinente remarcar.
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Hacé pequeños aumentos regulares
Esperar a hacer un gran ajuste acumulado puede impactar negativamente tanto en la rentabilidad del negocio, como en la fidelidad de los clientes. Por regla general, lo ideal es no esperar más de 6 meses para hacer adecuaciones de precios. De hecho, si el índice de inflación es muy elevado, sería recomendable dejar pasar incluso menos tiempo.
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Mirá más allá del precio final
Aún en un contexto inflacionario y sin restar calidad a los productos, es posible reducir costos, minimizando así aumentos. Son estrategias para ello, por ejemplo, reevaluar si se cuenta con el proveedor más favorable, o generar alianzas con otros comerciantes, para hacer compras conjuntas y poder acceder así, a mejores precios mayoristas. De este modo, podrían mantenerse los precios finales relativamente estables, sin reducir las ganancias.
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No descuides el factor psicológico
Los clientes suelen asignarle un valor a cada producto o servicio, en base a sus expectativas y comparación con la competencia. Por eso, al momento de establecer un precio, pero siempre tomando como referencia su costo, es importante preguntarse: “¿Estarían dispuestos mis compradores a pagar ese valor?”
En este punto, además, juega la percepción de cada precio. Usualmente las cifras terminadas en un número impar (como $9.99) dan la impresión de ser ofertas, en tanto que, los valores pares, se interpretan como indicio de calidad ($10, en el ejemplo).
Ofrecer financiación a los clientes es otra excelente estrategia para que puedan adquirir tus productos y servicios en un contexto inflacionario. Considerá sumarte a la red de comercios que trabajan con créditos Efectivamente.